¡HÉROES SIEMPRE! Reflexiones a un mes del 19S

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Fue en un aniversario más del terremoto del 85 cuando de nueva cuenta fuimos sacudidos desde lo más profundo. No, no se trataba de un sueño o de un simulacro muy bien hecho como algunos quisieron creer. Fue una de esas espantosas coincidencias de la vida con las que nadie se quiere topar. Y sí, una vez más México se partía. Todos, absolutamente todos fuimos tocados de una u otra manera en mayor o menor grado. A este, quien les escribe, le tocó vivirlo desde la casa de ustedes ubicada al norte de la ciudad, en la hermana república del Estado de México. En honor a la verdad he de decir que terminé temblando pues nunca había sentido un movimiento sísmico de tal magnitud y miren que trabajé por más de 10 años en la Colonia Roma rodeado de estacionamientos que alguna vez fueron edificios. Durante los siguientes segundos pensé, si aquí se sintió así, no quiero ni imaginar como está El Centro, La Roma y la Condesa. Lorena, que trabaja en pleno Reforma ya me estaba reportando desde el minuto uno diciéndome que ella estaba bien y que ya estaban evacuando su edificio, benditos gatos hidráulicos y edificios inteligentes. Mientras me dirigía cual bólido a la escuela de Isa y Santi puse la radio y ahí me enteré, como era de esperarse, que no todos los edificios de la ciudad habían corrido con la misma suerte. ¿Pero cómo estaba México en ese momento? Whatsapp se encargó de decírmelo de inmediato. La tecnología de hoy jugó un papel crucial en la información pues no habían pasado ni cinco minutos cuando empezaron a llegar las imágenes de la magnitud del desastre donde por supuesto la Ciudad de México era sólo un punto más donde el «monstruo telúrico» había posado unos de sus brazos. Pronto sabríamos que Puebla, Morelos, Oaxaca, Tlaxcala, Estado de México, Chiapas y Guerrero la estaban pasando igual o incluso peor. Todo parecía una muy mala broma, una infame pesadilla o una venganza de la naturaleza, lo cierto es que «ni Chana ni Juana», simplemente nos tocó a los mexicanos que estábamos de lo más campantes conmemorando un aniversario más.

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Los fantasmas del pasado habían regresado, la historia se volvía a repetir y nadie daba crédito a lo que pasaba. Pero de entre los escombros también resurgió la que es quizá la palabra más común entre los mexicanos en tiempos de desgracia, y no me refiero a «ayyy güeeey», sino a la palabra SOLIDARIDAD. 11 letras que para muchos eran sólo un mito o que quizá habían oído hablar de ella en las miles de historias que se escribieron en aquella fatídica mañana del 19 de septiembre de 1985. Hoy, 32 años después, la palabra cobró sentido y dejó de ser eso, una simple palabra para convertirse en una monumental ola que cubrió México en tan sólo unos instantes. Miles de mexicanos le rindieron honores por primera vez y otros tantos volvieron a repetir las hazañas de antaño, pero nadie, absolutamente nadie se mostró indiferente. Hoy, a diferencia de hace tres décadas, a los niños se les dejó participar pues no se les pudo tapar el sol con un dedo. Todos fuimos testigos de actos de heroísmo, ahí estaban las maestras evacuando niños a sabiendas que ellas también tenían que ver por sus hijos, restauranteros que regalaban comida, escuelas y casas transformándose en centros de acopio, topos que salieron de sus madrigueras para ayudar, perros o más bien Super Canes que se convirtieron en protagonistas de increíbles rescates, héroes desconocidos que salían a la luz; soldados, policías y bomberos que trabajaron en conjunto como una sola institución, todos arropados por la fuerza civil que no dejó de apoyar en todo momento. Y si bien todos estábamos pendientes de los noticieros, hoy ellos no eran la única fuente de información, ¡eso lo celebro! Es por eso que muchas historias se escribieron, se escriben y se seguirán escribiendo para después ser contadas, historias que jamás hubieran sido escuchadas de nos ser porque alguien estaba ahí reportando con su celular, haciendo algo productivo con las redes sociales. Sabíamos que desgracias como esta podían pasar en cualquier momento, sabíamos que algunos cimientos no estaban bien hechos, sabíamos también que no estábamos tan bien preparados como suponíamos, sabíamos que unos cuantos malandrines sacarían raja de todo esto, sabíamos que la política se vería totalmente expuesta,  pero lo que no sabíamos era de que estábamos hechos todos y cada uno de nosotros. Hoy sí lo sabemos, hoy tú que me lees sabes de qué manera apoyaste, y por lo que yo pude ver, sentir y captar los mexicanos tenemos MADERA DE HÉROES y somos capaces de tenderle la mano a quien más lo necesita aún a costa de nuestra propia vida. Lo que pasa es que casi siempre se nos olvida, pero ya no podemos darnos el lujo de permitirnos que eso suceda. Hoy, a pesar de todo, somos más fuertes y estamos unidos, y es así como debemos de permanecer. Hoy tenemos que dejar atrás frases como «el que no transa no avanza», «avienta lámina», «la corrupción es el pan nuestro de cada día», «quiere boletos, vende boletos», «vamos a echarnos un tiro» y muchas otras frases que sólo nos lastiman como personas y como nación.

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Tú que estás leyendo estas líneas sabes qué hiciste y qué no hiciste durante los días subsecuentes al terremoto. Quizá donaste artículos a un centro de acopio o armaste despensas como voluntario o preparaste comida y la llevaste a los rescatistas o le diste aventón o posada a los voluntarios o fuiste a rezar a la iglesia o de plano fuiste a sacar escombros hombro con hombro junto a cientos de DESCONOCIDOS. Y lo pongo en mayúsculas pues esa es la clave para tener un México diferente del que todos nos sintamos orgullosos. Si te pones a pensar y a analizar las cosas minuto a minuto, gran parte de todo lo que hiciste después del temblor lo realizaste rodeado de PERFECTOS DESCONOCIDOS. Y te aseguro que fue de buena manera, sin malos modos, poniendo lo mejor de ti y dejando a un lado tu bienestar. Y es que de eso se trata la vida, de servir a los demás, no sólo cuando hay desgracias sino todos los días y en las cosas más simples y cotidianas. Por eso, la próxima vez que le quieras ganarle el paso a un auto, recuerda que quizá con ese conductor desconocido estuviste trabajando hombro con hombro o cuando te sientas tentado a dar mordida piensa si lo hubieras hecho el día del temblor, ¡no verdad! La vida es muy sencilla y somos nosotros los que la hacemos complicada. Y retiro mi comentario de que el terremoto fue un «monstruo telúrico», más bien fue un ENORME ESPEJO en el que quizá por primera vez todos pudimos vernos reflejados de diferente manera y entender que SÍ PODEMOS SER MEJORES, no sólo ser héroes de ocasión sino HÉROES SIEMPRE. #FuerzaMéxico

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